Tribuna prestada: impactante informe del New York Times sobre el río Paraná

07 septiembre 2021

El segundo río más grande de la región se está quedando sin agua en medio de la mayor sequía de los últimos 70 años, lo que pone en peligro a los ecosistemas, el comercio y los medios de subsistencia.


El mes pasado, cuando el río Paraná retrocedió, dos viejos buques de cemento quedaron al descubierto


   La gravísima situación que atraviesa el río Paraná hace tiempo viene traspasando las fronteras argentinas.

   En esta oportunidad fue el diario estadunidense The New York Times el que se ocupó del tema con un profundo y objetivo informe escrito por Daniel Politi y acompañado por fotografías de Sebastián López Brach

   Lleva por título “El Paraná se marchita y con él, se seca un pilar económico de Sudamérica”, y dice así:

   ROSARIO, Argentina — El pescador se levantó temprano una mañana reciente, golpeó los contenedores de combustible de su pequeña embarcación para asegurarse de que tenía suficiente para el día, y salió al río Paraná, red en mano.

   La expedición fue una pérdida de tiempo. El río, una de las principales fuentes de ingresos de Sudamérica, se ha reducido considerablemente a causa de una grave sequía, y los efectos están dañando las vidas y los medios de subsistencia a lo largo de sus riberas y mucho más allá.

    “En todo el día no agarré un pescado”, dijo Juan Carlos Garate, el pescador de 68 años señalando los parches de hierba que brotan donde antes había agua. “Todo está seco”.

   La reducción del caudal del Paraná, que se halla en su nivel más bajo desde la década de 1940, ha trastornado los delicados ecosistemas de la vasta zona que atraviesa Brasil, Argentina y Paraguay y ha dejado a decenas de comunidades con dificultades para acceder a agua dulce.

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Unos niños jugaban en una ribera cubierta de basura que quedó expuesta al retroceder el río en Rosario, Argentina.

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Un pilar de un puente peatonal expuesto sobre el río

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Tablones de madera empleados para caminar sobre los bancos lodosos del Paraná

   En una región que depende en gran medida de los ríos para generar energía y transportar los productos agrícolas que son pilar de las economías nacionales, el retroceso del segundo río más grande del continente también perjudica a las empresas, al aumentar los costos de la producción de energía y del transporte marítimo.

   Los expertos afirman que la deforestación en la Amazonía, junto con los patrones de lluvia alterados por el calentamiento del planeta, contribuyen a la sequía. Gran parte de la humedad que se convierte en la lluvia que alimenta los afluentes del Paraná se origina en la selva amazónica, donde los árboles liberan vapor de agua en un proceso que los científicos llaman “ríos voladores”.

   La deforestación desenfrenada ha interrumpido este flujo de humedad, al debilitar los arroyos que abastecen los ríos más grandes de la cuenca, y transformar el paisaje.

   “Esto es mucho más que un problema hidrológico”, dijo Lucas Micheloud, un miembro de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas que vive en Rosario. Los frecuentes incendios, dijo, están convirtiendo los bosques tropicales, ricos en recursos, en sabanas.

   Aunque el nivel del agua varía en diferentes lugares, el Paraná está ahora en promedio tres metros por debajo de su caudal normal, según Juan Borús, un experto del Instituto Nacional del Agua de Argentina que lleva más de tres décadas estudiando el río.

   Es probable que la situación empeore al menos hasta principios de noviembre, cuando comienza la temporada de lluvias en la región, pero la sequía podría durar más tiempo. Los expertos afirman que el cambio climático ha dificultado la formulación de predicciones precisas.

   Los fenómenos extremos como la sequía que afecta a gran parte de América del Sur son cada vez “más frecuentes y más intensos”, dijo Lincoln Alves, investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil que trabajó en el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas.

   A finales de julio, Argentina declaró una emergencia de seis meses en la región del río Paraná, calificando la crisis como la peor de los últimos 77 años. Los funcionarios del gobierno dicen que los tomó por sorpresa.

   “Nunca pensamos que íbamos a llegar a los niveles de ahora”, dijo Gabriel Fuks, líder de un equipo que coordina la respuesta del gobierno a las emergencias en todo el país. “No estábamos preparados para esta emergencia”.

   Fuks dijo que la mayor prioridad del gobierno es ayudar a las aproximadamente 60 ciudades situadas a lo largo del río que están sufriendo una peligrosa escasez de agua.

   En Paraná, una ciudad a orillas del río a unos 125 kilómetros de Rosario, una bomba que suministra el 15 por ciento del agua a la ciudad de 250.000 habitantes dejó de funcionar hace poco porque el nivel de agua era demasiado bajo. Las autoridades municipales tuvieron que idear apresuradamente una solución, dijo Leonardo Marsilli, coordinador técnico de los servicios de agua de la ciudad.

   A lo largo del río, el bajo nivel de agua va trastrocando la vida cotidiana.

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Enormes playas de arena han surgido frente a la ciudad de Rosario

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Botes pesqueros atracados a lo largo del río

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El puente que une las provincias de Santa Fe y Entre Ríos

   Para Luciano Fabián Carrizo, un chico de 15 años que vive en El Espinillo, la misma comunidad isleña en que vive Garate, el pescador, la repentina desaparición del agua significa que ahora tiene que caminar dos horas para llegar a la escuela. Antes, el trayecto le llevaba 15 minutos en bote.

   Al otro lado del río, en Terminal Puerto Rosario, uno de los puertos de la ciudad, los funcionarios tuvieron que extender los brazos de las grúas más de dos metros para poder llegar a los barcos, dijo Gustavo Nardelli, uno de los directores portuarios.

   Y en el centro de Rosario, Guillermo Wade, el gerente de la Cámara de Actividades Portuarias y Marítimas, hace cálculos febriles cada mañana para calcular cuánto se puede embarcar en los buques de carga sin correr el riesgo de que se queden atascados en los tramos menos profundos del río.

   Los barcos han estado transportando un 26 por ciento menos de la carga normal. Wade teme que esa cifra pueda llegar hasta el 65 por ciento a finales de este año si se materializan los pronósticos más pesimistas.

“Estamos perdiendo una best