A mediados de los '70 se construye en Francia y es traída al país la plataforma semisumergible General Mosconi. Foto Daniel Feldman.
Por Adrián Luciani
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La polémica surgida en torno a la actividad petrolera offshore en la cuenca norte del Mar Argentino puso sobre la mesa argumentos encontrados, varios de ellos irrefutables.
Entre estos últimos se encuentran los antecedentes que reúne de dicha industria en aguas nacionales, los cuales se remontan más de medio siglo atrás y están exentos de graves incidentes.
Sin ir más lejos, en 1997 la empresa Shell perforó el pozo Pejerrey XL, 180 kilómetros mar adentro, al sudeste de Mar del Plata, es decir, a una distancia mucho menor de la que se pretende explorar hacia fines de año.
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Las cuencas sedimentarias en la Argentina totalizan unos dos millones de kilómetros cuadrados, de los cuales un tercio corresponde a áreas marinas en la plataforma continental que, incluyendo el talud, tiene una superficie de alrededor de tres millones de kilómetros cuadrados.
A diferencia de las cuencas terrestres, donde se han realizado decenas de miles de pozos, en el mar sólo se concretaron poco menos de 200.
Esto pone de manifiesto que está casi todo por hacer, sobre todo por los mayores costos que la explotación marina supone, aunque ha habido también avances significativos.
Para abordar el pasado de la actividad en la Argentina resulta de lectura obligada el trabajo "Historia de los últimos 50 años de perforación", del ingeniero en Petróleo Luis Rabanaque.
Allí el especialista brinda in completo informe sobre lo actuado, reconociendo en ese proceso cuatro etapas diferentes.
La primera es anterior a las últimas cinco décadas y se centra en la costa de Comodoro Rivadavia, sobre terrenos inundados por el mar.
Las otras tres etapas corresponden a los finales de la década del ‘60 –la primera–; a las décadas del ’70 y ‘80 –la segunda– y de los ’90 hasta el presente –la tercera–.
"Durante la segunda mitad de los años sesenta, por un diferente enfoque en las políticas petroleras, se otorgaron concesiones de áreas offshore, y se realizaron perforaciones exploratorias en las cuencas del Salado, del Colorado y del Golfo San Jorge.
"En esta última, se encontró la presencia de hidrocarburos, pero en cantidades no comerciales", señala Rabanaque.
En cuanto a la tercera etapa mencionada, esta estuvo impulsada por un nuevo cambio en la política petrolera ya que comprendió un plan generado en la firma estatal llamado "YPF en el mar".
Primero se compró en los Estados Unidos una plataforma pequeña autoelevable, la Ranger II, que venía trabajando en el Golfo de México.
Rebautizada Liberación, no alcanzó a llegar a destino porque se hundió en el Mar Caribe mientras era remolcada hacia la Argentina.
Según el capitán de ultramar Omar Deus ese final resulta tan dudoso como inexplicable. Pero esa es otra historia y podría no estar exenta de algún hecho de corrupción.
Pese al desastre YPF redobló la apuesta y en 1975 adquirió la plataforma semisumergible General Mosconi, de construcción francesa y modelo pentágono.
Construida en 1976 y llegada al país en 1977, la Mosconi podía operar hasta los 400 metros de profundidad, es decir, en casi toda la plataforma continental argentina.
Tenía una hectárea de superficie, su altura era de 96,7 metros y pesaba 12 mil toneladas.
Recién el 2 de febrero de 1977 comenzó sus operaciones en la Cuenca del Colorado para luego dirigirse a las cuencas Golfo San Jorge y Austral.
El último pozo fue en la cuenca Austral (ciclón x-1). Luego, la plataforma fue alquilada por la ESSO, que completó el programa previsto (alrededor de una decena de pozos) en las dos áreas denominadas Malvina 1 y 2.
Descubrió dos acumulaciones de petróleo consideradas en ese momento, no económicas y, al igual que Shell en Magallanes, paralizó las operaciones a causa de la guerra de Malvinas.
"La plataforma fue llevada a Puerto Madryn. Este intervalo de inactividad fue interrumpido por un período intermedio durante el cual fue alquilada a la empresa Oxy para operar en exploraciones de esa compañía en área del litoral argentino.
“Dos de las perforaciones fueron exitosas, pero lamentablemente no había interés comercial por la posible producción frente al costo de explotación", sostiene Rabanaque en su trabajo.
Varios años después la plataforma petrolera Mosconi fue vendida a un broker y trasladada fuera del país para utilizarla como plataforma de producción temprana.
La cuarta etapa llega hasta nuestros días, comprende perforaciones de exploración y también de desarrollo en diversas áreas concesionadas a empresas operadoras privadas y también a cargo de YPF, aunque claro, todo esto con Vaca Muerta como buque insignia de la política petrolera.
En cuanto al desarrollo tecnológico, en 1960, las unidades de perforación offshore apenas podían operar en profundidades del orden de los 100 metros de agua.
“Se trataba, en general, de barcazas, plataformas fijas, sumergibles o autoelevables (jackup). Hacia 1970, ya existían equipos con capacidades del orden de alrededor de 400 m y comenzaban a aparecer plataformas semisumergibles y buques perforadores”, señala Rabanaque.
De 1970 a 1980, se produjo un salto significativo en las capacidades de perforación relativas a la profundidad de agua. A partir de mediados de esa década, comenzó la perforación en “aguas profundas” (por encima de los 1000 m) y, hacia el final, se operaba en profundidades de alrededor de 1500 metros.