La unidad prestó servicios a la Armada Argentina desde octubre de 1940; había sido botada el 5 de abril de 1939 en los astilleros de San Fernando,
“Gloria a los bravos marinos, hijos titanes del mar”. Comienza así el “Himno a las víctimas del rastreador Fournier”.
Esa primera estrofa, escrita por Tomás Casullo, coincide con el sentir que se pone de manifiesto en cada homenaje que la Armada y el pueblo argentino realizan en honor a los 77 hombres que el 22 de septiembre de 1949 perdieron la vida en cumplimiento del deber a bordo del rastreador ARA “Fournier”.
La unidad se hundió durante una terrible tormenta cuando navegaba desde Río Gallegos hacia Ushuaia, su base temporal de operaciones mientras permanecía como buque de estación en esa ciudad fueguina.
Su zarpada final fue el miércoles 21 de septiembre. Horas después, un temporal lo encontró en el Estrecho de Magallanes. El análisis posterior concluyó en que el “Fournier” habría dado una vuelta campana; las grandes olas, producto de la fuerte tormenta, lo golpearon sin piedad.
Los relojes de los marinos encontrados tras el naufragio se habían detenido entre las 4.20 y las 4.25 del día 22. Se estima que minutos antes habría ocurrido el accidente.
Sin novedades del rastreador desde la tarde del 21, se formó una patrulla de exploración conformada por remolcadores, fragatas y aeronaves que recorrieron el posible derrotero del rastreador. La misión era buscarlo explorando con buques sobre una derrota en los canales fueguinos y con aviones navales en bahías, senos, pasos y caletas del archipiélago. Participaron unidades de Argentina y Chile.
Fueron destacados buques a los canales fueguinos, la boca oriental del Estrecho de Magallanes y cercanías del Cabo de Hornos.
El 3 de octubre, un avión divisó restos de un naufragio en Punta Cono, a la entrada del Canal San Gabriel, 60 millas al sur de Punta Arenas (Chile), por lo que se destacaron los buques “Bahía Blanca” y “Sanavirón”. A la tarde hallaron dos lanchas rotas del “Fournier”, un salvavidas y un cuerpo.
Un poblador chileno encontró otro cuerpo y las naves argentinas recuperaron dos cuerpos a orillas del Canal San Gabriel. A 20 metros de la orilla de Bahía Catalina se descubrió la balsa con otros cinco cuerpos, entre ellos el del Comandante del buque, Capitán de Corbeta Carlos Negri
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La noticia conmocionó al país. El Presidente de la Nación, Juan Domingo Perón, declaró el duelo nacional por 3 días, con la bandera nacional a media asta y se suspendieron todos los actos previstos para el 12 de octubre.
El 14 de octubre a las 16, una multitud se dio cita en el puerto de Buenos Aires para recibir los restos de los tripulantes del “Fournier”. Fueron trasladados a bordo de la fragata “Heroína” y desembarcados en el muelle oeste de la Dársena A; la fragata fue escoltada durante la navegación y entrada al puerto por dos torpederos, una fragata, tres rastreadores y cuatro lanchas torpederas.
El Poder Ejecutivo Nacional dispuso, mediante un decreto, que se declarara el duelo nacional por tres días.
Además, aeronaves de la Aviación Naval sobrevolaron la Dársena A hasta que la “Heroína” inició el amarre y, para rendir los honores durante el desembarco de los restos y la colocación de los ataúdes sobre los vehículos en tierra, se formaron frente al muelle una Compañía de Cadetes de la Escuela Naval Militar, cuatro Compañías de la Escuela de Suboficiales de la Armada y una Compañía de Infantería de Marina.
Al finalizar los actos programados, el cortejo se dirigió al predio de la Escuela, donde se realizó el velatorio.
El multitudinario recibimiento de los restos mortales de los 9 marinos simbolizó también el sentido homenaje a los tripulantes del “Fournier” que quedaron como custodios eternos en las aguas australes junto al rastreador.
En una orden general, con fecha 12 de octubre de 1949, el entonces Ministro de Marina Enrique B. García manifestaba que “…el ejemplo dejado por los abnegados marinos en el cumplimiento de su misión, con holocausto de su propias vidas y el dado por sus camaradas en los trabajos de rescate, queden grabados con caracteres indelebles y profundos en el sentimiento de todos los componentes de la Marina de Guerra, como el mejor homenaje que los mismos merecen”.
Desde que ocurrió el trágico episodio, los reconocimientos y honores al “Fournier” y sus tripulantes han sido permanentes; desde sellos postales, monumentos, nombres de calles en diferentes ciudades y la plantación de 77 árboles a la vera de la autopista Ricchieri, en la Ciudad de Buenos Aires.
Cuando el calendario marca el 22 de septiembre de cada año, en el ámbito naval, dos ceremonias tienen lugar en su honor: en Ushuaia, donde se erige el monumento a los náufragos del rastreador ARA “Fournier” y en la plaza Fournier del Barrio Rivadavia de la Base Naval Puerto Belgrano.
La unidad prestó servicios a la Armada Argentina desde octubre de 1940; había sido botada el 5 de abril de 1939 en los astilleros de San Fernando. Durante casi una década en la Marina demostró su versatilidad; formó parte de la Escuadrilla de Rastreo y Minado con asiento en Puerto Belgrano y, desde 1948, integró la División Rastreadores de la Zona Naval Marítima.
Era el segundo buque de la Armada Argentina con ese nombre, por el marino francés César Fournier, que luchó por la Independencia y contra el Imperio del Brasil. Su antecesor había sido un aviso de 1923 de origen alemán y veterano de la Primera Guerra Mundial.
El «Fournier» apoyó la Campaña Antártica 1942-43, operó con la Flota del Mar, fue buque de estación en Ushuaia y en junio de 1947 llegó a la Base Antártica Decepción. En las páginas de su historia, figuran el rescate en medio de grandes temporales del remolcador “Olco” y al velero chileno “Cóndor”.
En agosto de 1949 el rastreador de 59 metros de eslora fue destacado como buque de estación a Ushuaia para dar apoyo a otras naves, hacer patrullas, controlar la caza y pesca ilegal y ayudar a pobladores alejados de la ciudad.
Al mando del Capitán de Corbeta Carlos Negri, en su última singladura, lo tripulaban 75 hombres de la Armada Argentina y llevaba a bordo dos civiles: el naturalista Raúl Wernicke y su hijo Julio, a la vez suegro y cuñado del Comandante del buque.
Sobre las causas del hundimiento, extractamos los siguientes tramos de una publicación realizada años atrás por el experto navegante Francisco Savino en la revista Week End:
El 21 de septiembre de 1949 a las 0740 el barco ARA Fournier zarpó del puerto de Río Gallegos, Santa Cruz, con destino al Puerto de Ushuaia. Lo tripulaban 75 hombres de la Armada Argentina y llevaba a bordo dos civiles. Su comandante, capitán de corbeta Negri podía optar por dos derrotas: una por el Atlántico bordeando la isla de Tierra del Fuego, el Estrecho de Le Maire (sumante peligroso por los escarceos de la marea) y luego el Canal Beagle para entrar a Ushuaia por el Este. La otra, más protegida, era entrar por Estrecho Magallanes e ingresar a Ushuaia por el Oeste, por el canal Beagle. Y fue esta por la que el capitán optó. Sabía que el mal tiempo se aproximaba, aunque desconocía la intensidad, de ahí que prefirió la protección, más para ese buque.
A las 1635 dejó por el través el Faro de Punta Dúngenes –dato que se sabría mucho después– y enfrentó el estrecho de Magallanes, un sitio rodeado de grandes montañas y glaciares que hace que la fuerza del viento se incremente por el efecto Venturi. Al pasar por Punta Arenas el viento del noroeste ya se estimaba en 140 km/h. Dichos de los pobladores aseguran no recordar una tormenta de esas características en al menos 20 años anteriores.
Al llegar al seno Magdalena el viento del Noroeste debió haberse incrementado muchísimo, lo que tomó al Fournier por su banda de estribor con un importante tren de olas que los escoró a babor. Considerando su poca estabilidad, seguramente eso le impidió recuperarse, más aún si consideramos su escasa manga. Hay que tener en cuenta que se trataba de un buque de francobordo bajo –1,30 m–, lo que le permitía poder trabajar con minas ello. Esta causa debe haber provocado un ingreso masivo de agua y, por consiguiente, la vuelta campana irremediable.
El hundimiento del rastreador Fournier fue la mayor tragedia en tiempo de paz de un buque de guerra. En ella fallecieron 77 personas. De los cuerpos encontrados se estableció que ninguna persona murió ahogada, sino que todas fallecieron por hipotermia.
Fuente: Gaceta Marinera y Week End.