El hallazgo de los restos de un naufragio por parte de un pescador, a cuatro kilómetros del puerto de Quequén, impulsó al grupo Eslabón Perdido –la organización que lidera el periodista Abel Basti, a explorar el Mar Argentino.
A pesar del mal tiempo y las olas de tres metros, los investigadores obtuvieron imágenes de escotillas, bitas de amarre y periscopio de ataque, entre otros elementos, de un presunto submarino de la Segunda Guerra Mundial. Los ingenieros Hernán Sotero González, Jorge Pereda y Martín Canevaro, aseguraron que las piezas se corresponden con las de un sumergible.
Un vehículo no tripulado ROV (Remotely Operated Vehicle) descendió a 28 metros de profundidad para tomar las fotografías de la nave que, según Basti, fue volada con explosivos y tapada con chatarra para contaminar la escena.
Después de ver las imágenes, Fabio Bisciotti, experto de la Liga Naval Italiana, dijo que hay un 90 % de certeza de que se trate de un submarino alemán. Sin embargo, la embajada de ese país en la Argentina comunicó que por el momento no hay indicios para afirmar eso, “por lo tanto, asumimos que no somos propietarios de esos restos.”
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El proyecto es financiado por la Fundación Reitich, creada por Philippe Reitich Barón, a quien su web presenta como “un destacado empresario en los rubros tecnológicos y de seguridad (…) Inspirado por su deseo de contribuir al bienestar de la comunidad judía en Chile y de la sociedad en general”. La fundación proclama que: “Los resultados de esta operación podrían llevar a descubrimientos que eventualmente desafíen la forma en que hemos entendido la historia del mundo en los últimos 80 años”.
Como en la película alemana dirigida por David Wnendt y protagonizada por Oliver Masucci en la que Adolf Hitler reaparece desconcertado en la Berlín del año 2014, tras haber hibernado desde 1945, cada tanto en nuestro país la historia del führer/vecino barilochense vuelve.
A contramano de la historia oficial, Abel Basti sostiene que el líder del Tercer Reich no se suicidó junto a su pareja, Eva Braun, ante la inminente derrota frente al Ejército Soviético si no que se fugó a la Argentina para refugiarse en la estancia Inalco, cerca de Villa La Angostura. En ese operativo, siempre según esta hipótesis, Hitler llegó al país en buen estado de salud y mantuvo una vida social activa, con la complicidad del gobierno argentino.
Su obsesión con el tema lo llevó a publicar una decena de libros: “Hitler en Argentina”; “El gran engaño de Hitler”; “La segunda vida de Hitler”; “Hitler y el Nuevo Orden Mundial”; “Las fotos de Hitler después de la guerra”, entre otros.
Basti también señala que después del derrocamiento de Perón a manos de la Revolución Fusiladora, éste le pidió al dictador Alfredo Stroessner que esconda a Hitler en Paraguay. Ahí vivió -afirma el periodista- hasta su muerte en 1971.
Por esos años se había quitado el bigote y rapado la cabeza, y utilizaba el curioso nombre de Kurt Bruno Kirchner. La versión fue desmentida en Paraguay por una mujer que conoció a la familia Kirschner (con s, a diferencia del apellido del expresidente) y que asegura que se trataba de productores arroceros que al momento de la Segunda Guerra Mundial vivían en cercanías de la ciudad de Encarnación.
El testimonio fue recogido por el diario paraguayo ABC cuando la mujer, de identidad reservada, se reconoció en una foto publicada en uno de los libros de Basti. Allí, se la ve junto a los Kirschner cuando era una niña.
Un testimonio al que da relevancia Basti para apuntalar su conjetura es el de Alejandro Heil, hijo del Teniente Coronel Julio Heil. Poco tiempo antes de morir, a los 92 años, su padre le confió que cuando era un joven oficial le encomendaron una misión: el Ministro de Guerra Franklin Lucero y el mismísimo Juan Domingo Perón lo convocaron a una reunión en la Casa Rosada y le encargaron que viajara a Bariloche y le entregara un maletín con información secreta a Adolf Hitler. Heil padre contó que el dictador alemán fue amable, agradeció el envío y lo invitó a tomar una copa de cognac. Después lo despidió.
A su regreso, Perón lo felicitó y le advirtió que debía ser reservado, pues estaba en juego su carrera y permanencia en el ejército."Déme su palabra de honor y de soldado que esto no lo va a comentar y se lo va a llevar reservadamente", le habría dicho el general.
En diálogo con El Destape, Abel Basti dijo que hace un tiempo conformó un grupo con la idea de encontrar uno de los submarinos “extraviados” después de la segunda guerra mundial. Ese fue el inicio de la búsqueda del U-Boot en Quequén.
Afirmó que con un grupo de voluntarios, de buzos, de gente que tenía lanchas y "muy pocos recursos" encontraron un casco hundido cerca de Necochea. "Tras una larga historia de filmaciones y peritajes, llegamos a la conclusión de que se trataba de un submarino de la segunda guerra mundial", subrayó.
--¿Qué encontraron?
-Un conjunto de elementos que están filmados y peritados que son propios de este tipo de submarinos. (NdA: escotillas, tanques de aire comprimido, agujeros ovales del casco exterior, bitas de amarre, parte de la torreta y el periscopio)
--La embajada de Alemania en Argentina negó que fuera de su propiedad.
--Lo que dice la Embajada es que a partir de los elementos que tiene todavía no puede precisar su propiedad. Como la nave fue explotada, además de estar tapada la cubierta durante más de 70 años hay problema de reconocimiento, pero nosotros hemos trabajado con dos expertos argentinos y uno italiano que así lo establecen.
--¿Usted dijo que también se tiró chatarra, ¿con qué fin cree que se hizo?
--Bueno, para nosotros es un trabajo de encubrimiento. Es la única explicación que tiene arrojar chatarra en ese lugar.
--¿Cómo continúa la exploración en Quequén?
--Estamos procesando un conjunto de imágenes de sonar acústico, de sonar de barrido lateral, de imágenes subacuáticas para confirmar qué submarino es, porque había distintos tipos de modelos, para poder tener algún dato más certero sobre la presencia de jerarcas. Sabiendo qué submarino es uno puede tener una idea más acabada de quienes venían.
--¿Este submarino puede estar relacionado con los que arribaron en julio y agosto de 1945 a Mar del Plata?
--Si, se trató de una gran operación de evacuación que involucraba a varios submarinos. El procedimiento consistió en generar distracción: mientras llegaban esos submarinos a Mar del Plata y concitaban la atención de los medios, simultáneamente llegaban otros, fugitivos, a lugares aislados.
--En esa época llegaron a Mar del Plata funcionarios de Estados Unidos y Gran Bretaña a verificar lo que estaba pasando. ¿Qué ocurrió con esos marinos alemanes?
--Estados Unidos requisó las naves y pidió la entrega de los capitanes, para interrogarlos, para que confesaran si habían traído jerarcas, algo que negaron. Lo mismo pasó con Gran Bretaña. Las naves fueron hundidas en Estados Unidos.
--En Alemania y Rusia tienen otra teoría, la del suicidio de Hitler.
--Es que nunca hubo cuerpo de Hitler, no hay ninguna evidencia. Lo demás es verso.
--En el año 2018 dos patólogos franceses analizaron la dentadura de Hitler que está guardada en Moscú y concluyeron que es auténtica y que "no huyó a Argentina en un submarino, no está en una base oculta en la Antártida o en el lado oscuro de la luna¨. ¿Qué piensa acerca de esa declaración del científico Philippe Charlier?
--No, lo que hay en Moscú es una copia de los puentes dentales de Hitler que había hecho Stalin. No son dientes completos. Pero en realidad son cuatro fragmentos que no llegan a ser un puente dental. Sin estudio de ADN, es muy fragmentario lo que hay. Los originales se los llevó puestos Hitler (rie).
Para algunos historiadores, como el israelí Raanan Rein, hay una obsesión casi patológica del antiperonismo en tratar de ligar al movimiento creado por Juan Domingo Perón con el nazismo.
“No existía un plan para traer cuadros alemanes”, asegura el autor de Los muchachos peronistas judíos. Rein es profesor de Historia Latinoamericana de la Universidad de Tel Aviv y tiene varios ensayos publicados sobre la comunidad judía en Argentina y su relación con el peronismo.
En 2009 recibió la Orden del General San Martín por sus aportes a la historiografía del país. Sus investigaciones académicas lo llevaron a poner la lupa en El libro azul, publicado por Estados Unidos con aportes del embajador Spruille Braden.
El texto se convirtió en elemento central de la propaganda norteamericana que dio origen al mito de la Argentina como refugio de los nazis, una operación que fue ampliamente difundida por su cultura hegemónica, desde el cine hollywoodense hasta series como Seinfeld. En las ficciones estadounidenses cuando un nazi huye, es fácil adivinar a qué país de Sudamérica va.
Durante la campaña electoral de 1946, el ascenso del movimiento nacionalista encabezado por Perón produjo una colisión con los intereses económicos de Estados Unidos en la región. Y esto fue visto como peligroso por el Departamento de Estado que respondió con el Libro Azul, una herramienta de propaganda y difusión de la leyenda negra de nazis protegidos por el gobierno argentino, del que Perón había sido funcionario.
Para Raanan Rein, este mito fue acrecentándose con los años “por un conjunto de voceros que se hicieron eco de infundios o de verdades a medias -tanto o más dañinas que la mentira-.
Así, nuestro país habría sido el lugar donde estos personajes eludieron a la justicia, mientras que los jerarcas que siguieron en carrera en puestos de relevancia en la propia Alemania y en los países aliados, que a diferencia de Argentina sí tuvieron una política sistemática de reclutamiento del personal desocupado tras la caída del Tercer Reich, quedaron blanqueados y algunos incluso plenamente rehabilitados y honrados por sus contribuciones científicas.”
Será por eso que otro historiador, que además era activista político, el argentino Jorge Abelardo Ramos, se preguntaba: “¿Cómo se explica que todos los nazis que fueron a Moscú eran socialistas; los que fueron a Estados Unidos o a Londres eran liberales; y los únicos nazis que eran nazis fueron los que vinieron a la Argentina?
Fuente: Javie Andrada / El Destape.