La presencia de contaminantes a bordo impide que el gigantesco buque de guerra tome amarras.
Por Adrián Luciani
aedgarluciani@gmail.com
Cargado de amianto, PCB y otros materiales de desecho tóxicos, el antiguo portaviones Sao Paulo protagoniza por estas horas una novela que podría no tener final feliz.
El buque, que no pudo ser desguazado en Turquía porque sus peligrosos componentes, a la altura del estrecho de Gibraltar debió ser conducido nuevamente a Brasil.
El viernes pasado fue incautado y obligado a salir al mar por la Marina de Brasil, alegando en un comunicado oficial que el movimiento debía realizarse como buque supuestamente estaba en peligro inminente de encallar o hundirse frente a las costas del vecino país.
Ese día, según señala el medio brasileño G1, se confirmó el retiro del barco, que comenzó a alejarse de las costas de Pernambuco , luego de que la Marina prohibiera a la empresa mantener el casco cerca del país por el riesgo de que pudiera hundirse o encallar.
“Los grupos ecologistas que han estado siguiendo de cerca la saga del Sao Paulo se sorprendieron por este movimiento y no están convencidos por la repentina lógica de la Marina de que el barco representaba un peligro inminente.
“Señalan que, si bien se sabe desde hace semanas que hay brechas menores en el casco que necesitan reparación, la propia Armada se negó durante más de tres meses a permitir que el buque regresara a una de sus instalaciones para su reparación o inspección”, señaló NGO Shipbreaking Platform.
La entidad señaló que las ONG temen mucho que la Marina tenga la intención de que el barco nunca sea devuelto a un puerto, nunca sea reexaminado por la cantidad de desechos peligrosos a bordo, toxicidad y sospecha de radioactividad, y en su lugar usará como excusa una pequeña fuga en el interior del barco, para forzar su hundimiento en el Océano Atlántico.
En tal sentido, las ONG han estado pidiendo urgentemente al presidente Lula que evite que la Marina hunda barco tóxico en el Atlántico.
La agencia Folhapress señaló que el inventario realizado antes de la salida contabilizaba poco menos de diez toneladas de amianto a bordo, resultado cuestionado por la ONG Shipbreaking Platform, a partir del desguace de un buque hermano del São Paulo, el Clemenceau, que habría encontrado 760 toneladas del material.
El comprador también está acusado de no respetar los artículos del Convenio de Basilea sobre la exportación de residuos tóxicos.
La empresa niega que São Paulo transporte este volumen de asbesto y dice que siguió las reglas. Pero admite que "se necesita tiempo para compartir información y actualizaciones sobre el proyecto con el público".
En comunicados anteriores, la Armada dice que el São Paulo ya pasó por un proceso de desamiantización en la década de 1990, con el retiro de unas 55 toneladas del material, y que no presenta riesgos para la salud.
Cabe recordar que el Protocolo de Londres prohíbe además el hundimiento intencional de embarcaciones a menos que primero se hayan hecho todos los esfuerzos para eliminar los materiales residuales tóxicos de los barcos, como metales pesados, amianto y PCB.
Según NGO, en una reunión celebrada el 29 de diciembre, un representante de la Armada ya aludió a una posible acción de contingencia de hundimiento del barco.
En una detallada línea de tiempo que preparó G1 pueden verse el paso a paso de esta historia con final incierto.
El portaaviones, de 266 metros de eslora, fue construido en Francia en la década de 1950 y comenzó a experimentar problemas en mayo de 2004.
En marzo de 2021 fue vendido en subasta a la empresa turca Sök Denizcilik Tic Sti (Sök) y contrató a MSK Maritime Services & Trading para transportarlo entre Brasil y Europa, donde se sometería a un "desmantelamiento".
“El ahora ex portaaviones partió de Río de Janeiro el 4 de agosto de 2022, pero cuando se acercaba al Estrecho de Gibraltar, Turquía canceló la autorización para que la embarcación atracara en el país debido a riesgo medioambiental, ya que el casco contiene amianto, sustancia considerada tóxica”.
El buque, deambulando por el Atlántico. Foto: Reproducción / TV Globo
Fue entonces cuando la empresa regresó con el buque a Brasil y según MSK, la Armada determinó que sea llevado al Puerto de Suape, en Pernambuco, por ser el "puerto más cercano al punto de salida, en Europa".
Pero las complicaciones continuarían. El ex portaaviones llegó a Brasil el 5 de octubre del año pasado, pero la administración del Puerto de Suape, en el Gran Recife, se negó a permitirle atracar con base en un informe de la Agencia Pernambucana de Medio Ambiente (CPRH) que constató que había había contaminantes a bordo.
Según los medios brasileños, el buque estaba entonces dando vueltas cerca de la costa de Pernambuco, hasta que el 9 de noviembre, el Tribunal Federal prohibió el atraque forzoso del barco y determinó una multa de R$ 100.000 diarios al gobierno federal y a la empresa agencia, en caso de incumplimiento de la decisión.
G1 precisó que a principios de diciembre, la empresa cambió el remolcador que operaba al costado del buque, pero permaneció cerca de la costa de Pernambuco.
El 28 del mismo mes, la decisión de primera instancia que prohibía el atraque fue confirmada En la práctica, la Armada es ahora la responsable de remolcar el Sao Paulo, ya que el portaviones carece de equipamiento para navegar por sí solo.
Mientras antes el barco que antes lo remolcaba era el Alp Guard, propiedad de la empresa que lo había comprado, ahora fue reemplazado por el Purus, de la Armada brasileña.
Foto: Reproducción Otempo / TV Globo
Su final, que podría ser peor incluso al del portaviones argentino ARA 25 de Mayo, evidencia que estos grandes buques que fueron orgullo de las principales armadas latinoamericanas, está muy lejos de lo muchos esperarían, es decir, convertidos en museos flotantes.